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En noches que sólo acepto la chuavidad del algodón acariciando mi rostro lleno de pompas jabonosas y mimos y copos de merengue y todas esas cosas que son aspirinas para el ánimo pego una canción de Eduardo Mateo, un compositor uruguayo que si bien es medio folk y tocó bossa como pocos es un verdadero punk porque vino a bs as a grabar su disco y dijo "ya vuelvo" enfiló para el baño y nunca más volvió. Hombre de palabra.
Lalá
hola Lalá hola Lalá
cómo te va
cómo te va
Sabes Lalá te quiero
Odio el manoseo, la indiferencia y el exceso de información. Odio las tardes cuando tardes y odio los mensajes incompletos. Odio enterarme de oídas y odio las indecisiones. Odio tener pies y oídos que sean sólo pies y oídos. Odio el aire turbio, las palabras mal interpretadas y las presiones atmosféricas. Odio los comentarios inconexos, el olor a lavandina y las malas intenciones. Odio el rencor y la estrechez en el pensamiento, los sentimientos mezquinos y los malos entendidos.
Amar con fuerza y ganas de tractor de mil caballos perdidamente con las manos entre los tobillos tuyos míos y todo se enreda como esas cosas que no se entienden porque son tan grandes como zeppelines voladores que flotan con los pies en las nubes sueltos sin manos, transmigrados y transfigurados con formas de ombúes y suspiros que caen en el agua hundiéndose en saliva, surcando las venas, atando miradas apretando la boca y cerrando los ojos.
Las pestañas barren
la noche
dejando estelas
saladas.
Apenas veo las luces
de la ciudad
redondas y difusas
en un segundo mojado.
Súbitamente un silencio
como una caricia segura
calma el lamento
y salva el aire
que entumecido y gastado
oscila en el pecho
y renueva el aliento.